“Para corregir no hay que temer, el peor maestro con miedo”.
Estamos en el siglo XXI y sin lugar a dudas las cosas han cambiado mucho, vivimos en una sociedad en donde la tecnología es fundamental, las personas viven apuradas y el tiempo es escaso. La educación, por su parte, no ha estado exenta de estos cambios, y los profesores pasamos por grandes debates políticos para mejorar nuestra práctica.
Los docentes tenemos la labor de educar, que gran labor. Más aún cuando tenemos tanta presión rondando nuestro quehacer. La familia nos critica constantemente, los políticos nos dictan leyes supuestamente para mejorar, los sicólogos opinan y nos pretenden enseñar a enseñar, y a todo esto se le debe agregar las exigencias de la dirección, jefes técnicos y nuestra familia; esa que a veces parece tomar un tercer lugar dentro de tantas obligaciones.
Cuando asumimos que en nuestro trabajo debemos estar constantemente reforzando valores y corrigiendo ciertos actos en nuestros alumnos, recuerdo esta frase de nuestra Gabriela Mistral: “para corregir no hay que temer, el peor maestro con miedo”, no puedo hacer más que cuestionarme qué sucede con este temor que me invade a diario y a su vez, si elegí bien mi carrera profesional o simplemente equivoqué el rumbo. Así es, muchas veces incluso hemos escuchado de nuestros directivos el famoso término “debemos cuidarnos las espaldas” o “hay que resguardarse” como si fuera una lucha de poderes entre alumnos, apoderados y docentes.
¿Tenemos miedo? Sí, y no es sólo el temor a perder el empleo, y todo lo que repercute en ello, sino más bien el temor que acecha nuestro actuar. Cuando llamamos la atención a un alumno, viene el apoderado con una versión tergiversada de los hechos, que no quiere escuchar ni abrirse al diálogo y dice sentirse ofendido o reclama discriminación hacia el alumno, o simplemente se dirige a la oficina de una corporación y deja constancia de un hecho en el cual nosotros no tuvimos derecho ni siquiera a una explicación. Es entonces aquí, donde me doy cuenta que las cosas han cambiado, me pregunto ¿qué pasó con el respeto que antiguamente se le tenía al profesor, al maestro?
No puedo evitar recordar mis tiempos de infancia y de estudiante, aquellos en los que se revisaba los puños de la blusa y el pañuelo, y el maestro corregía sin temor a quién no cumplía con estos hábitos de higiene y nadie se sentía ofendido por esta práctica pues se asumía como corrección. Hoy no nos atreveríamos a hacer algo así, pues al día siguiente estaríamos envueltos en un episodio de discriminación o abuso de poder.
Así es, las cosas han cambiado. No hay nada que decir frente a esto, y antes de corregir un acto de nuestros alumnos debemos ser cuidadosos de lo que queremos decir y cómo lo diremos, pues nos invade el miedo de lo que pueda suceder después. Estamos temerosos en nuestro actuar, no queremos decir cosas que nos causen problemas, no queremos perder el empleo y finalmente retomando la frase de nuestra poetisa, podemos decir qué malos docentes somos, pues aunque no queramos debemos asumir que sí, tenemos miedo.
Maribel Letelier Aravena
Buena frase, fue una de las que más llamó mi atención por el valor y el significado que tiene en nuestra labor profesional.
ResponderEliminar"Para corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo".
Lo menciono así porque comparto contigo la visión acerca de que nuestra profesión conlleva consigo muchas exigencias y responsabilidades, por ello es que con el tiempo la labor docente ha sido muy cuestionada y así mismo supervisada, para corroborar que se está cumpliendo con todo lo que demanda nuestra sociedad (MINEDUC, escuela, director, jefe de UTP, además de los apoderados y luego los estudiantes).
Creo que no es malo que se supervise la labor docente, pero cuando al docente se le exige mucho en su carrera y ya comienza a realizarla con mucho miedo de equivocarse y no con el debido temor, está perdiendo la esencia de educar, ya no existe la misma motivación o creatividad sino que más bien comienza a buscar las formas de agradar al resto de las personas con su labor, porque es cierto que muchas veces nos exigen demasiado, nos piden una clase con tales características como para atender las necesidades de los estudiantes de hoy, pero no contamos con los medios necesarios que la escuela debiera facilitarnos para realizar nuestras clases. (Los Programas de estudio)
Otras veces queremos corregir a los estudiantes y debemos tener mucho cuidado con pasar a llevar los derechos de los niños porque de lo contrario esto puede tener consecuencias legales. Es muy cierto que existe un grado de temor en todo lo que hacemos. Pero bien lo sabemos los que estamos recién egresados de la carrera y nos encontramos con miles de obligaciones las cuales debemos cumplir, cuando en realidad hay cosas fundamentales que jamás las enseñan en la universidad, y entonces es ahí cuando comienza el temor a hacer bien las cosas para no ser criticado o acusado por falta de ética profesional.
Quiero hacer una acotación a los conceptos utilizados, el miedo tengo entendido que no es lo mismo que temor, más bien el miedo paraliza y te impide avanzar en tu carrera, pero el temor de cierto modo es bueno (Cuidado y prevención) porque eso te insta a tener un cuidado en lo que haces para no tener malas consecuencias. No debemos permitir que el miedo nos paralice y agobie porque perderemos la esencia de nuestra profesión que es sacar lo mejor de nosotros para transmitirlo a los estudiantes.
Concluyo con mi comentarios insistiendo que es un tema que está bien tratado en tu ensayo y que en realidad refleja nuestra realidad como docentes que somos.
Comentario de Nazaret Poblete Aroca.